lunes, 9 de julio de 2012

Los psicólogos en las catástrofes: ¿Son necesarios?

En los últimos desastres naturales que han afectado el mundo las noticias no pasan por alto que, junto a la ayuda internacional que lleva agua y comida, existe un grupo de psicólogos que se moviliza para prestar su ayuda. Pero… ¿nos hemos preguntado si realmente son necesarios? 
Un artículo recientemente publicado en el Time aborda este tema afirmando que en la actualidad creemos que la asistencia psicológica es tan importante como las medicinas o la comida y es que somos víctimas (incluso los propios profesionales de la psiquis) de un cliché: “las personas que han vivido una tragedia necesitan hablar en aras de no desarrollar posteriormente un trauma”. 
La realidad es que, aunque todas las personas se encuentran confundidas y muy tensas después de haber vivido una catástrofe, los datos muestran que entre el 70 y el 80% de ellas será suficientemente resilientes y no presentará problemas mentales con posterioridad por lo que no necesitan la ayuda de psicólogos o psiquiatras. 
Se supone que estas legiones de consejeros deben crear grupos donde se realicen sesiones en las cuales las personas deben hablar de lo sucedido de forma que la ventilación del evento y sus emociones previene futuros problemas psicológicos. Sin embargo, estudios recientes demuestran que este tipo de tratamiento es más inútil de lo que se pensaba, sobre todo si se realiza en grupo, e incluso puede contribuir a desarrollar trastornos psíquicos. 
En este sentido Mark Seery, profesor de la Universidad de Buffalo, se dedicó a investigar si realmente ventilar las emociones después de un trauma tiene efectos positivos sobre la salud mental. Para lograr su objetivo trabajó con 2.138 personas que vivieron el atentado del 11 de septiembre en Nueva York a los cuales les dio seguimiento por un periodo de dos años. 
De estas personas, 1.559 decidieron compartir sus emociones mientras que 579 optaron por el silencio. Los resultados no dejaron lugar a dudas: mientras antes las personas hablaban de lo ocurrido y ventilaban sus emociones, más posibilidades tenían de desarrollar estrés postraumático. 

¿Por qué ventilar las emociones no siempre es la mejor opción? 

Una de las hipótesis más aceptadas en la comunidad científica se refiere a que los grupos creados para ventilar las emociones después de una catástrofe realmente se convierten en una caldero a presión. Es decir, estos grupos están conformados por decenas de personas con elevados niveles de ansiedad por lo que al final es más probable que en vez de disminuir los niveles de tensión, estos se expandan y aumentan. 
Así, en la actualidad los psicólogos están repensando su papel ante las situaciones de crisis ya que en estos momentos la víctima de un desastre no desea descubrir y explorar sus emociones sino que le brinden un sitio seguro y encontrar a sus familiares. Y es que cuando nos enfrentamos a problemas de esta envergadura, nuestro sentido más práctico aflora y resolver nuestras necesidades más básicas es lo que nos brinda más satisfacción. 
Ante estos hechos irrefutables, hoy muchos profesionales de la psiquis que se trasladan a los lugares donde ha ocurrido una catástrofe, están abandonando la vieja idea de que todas las personas necesitan ventilar sus emociones y están optando por centrarse en disminuir la tensión emocional, brindar sensación se seguridad y facilitar el contacto entre las personas más cercanas. 

Fuentes: 

  • Szalavitz, M. (2011, Marzo) Tending to Japan's Psychological Scars: What Hurts, What Helps. En: Time
  • Seery, M. D. et al. (2008) Expressing Thoughts and Feelings Following a Collective Trauma: Immediate Responses to 9/11 Predict Negative Outcomes in a National Sample. Journal of Consulting and Clinical Psychology; 76(4):657-67. 


Escrito por Jennifer para Rincón de la Psicología

miércoles, 4 de julio de 2012

La psicología se incorpora a la Unidad Militar de Emergencias de las FAS – Entrevista con el Jefe de Psicología de la UME

Rafael Blázquez
Días atrás, diversos medios de comunicación se hacían eco de la próxima incorporación de cinco psicólogos para la plantilla de reservistas voluntarios de la Unidad Militar de Emergencias (UME). Concretamente, se quiere contar con profesionales de la Psicología, junto a otras disciplinas, para la campaña de la lucha contra los incendios forestales. 
La UME es una unidad especializada de las Fuerzas Armadas (FAS), cuyo objetivo es intervenir de manera rápida y eficiente en cualquier lugar del territorio nacional en casos de emergencias de considerable envergadura. 
Infocop Online se ha interesado por el trabajo que se realiza en esta unidad y el papel que psicólogos y psicólogas pueden desempeñar en la misma, y ha entrevistado para sus lectores al Comandante psicólogo Rafael Blázquez de la Paz, Jefe de Psicología de la UME. 
El Comandante Blázquez es Psicólogo Especialista en Psicología Clínica, del Trabajo, de la Educación y Diplomado Superior en Psicología Militar y en Intervención en Crisis, Catástrofes y Emergencias. Lleva dedicado a la Psicología Militar en las Fuerzas Armadas desde el año 1979 y fue uno de los pioneros del 4º Escalón del Servicio de Psicología de las FAS. Rafael Blázquez 
El 4º Escalón comenzó su andadura, dependiendo de la Subsecretaría de Defensa, con la misión, entre otras, de coordinar al resto de Escalones, Centros Regionales y Gabinetes de Psicología de los tres ejércitos y de la Guardia Civil; en un momento en el que la Psicología no era todavía una Especialidad Fundamental dentro de las FAS como ya lo eran, por ejemplo, Medicina, Farmacia o Veterinaria. Más bien, se trataba de una disciplina complementaria. 
En aquellos primeros momentos, debido a esta organización, se podía ser a la vez infante de Marina y psicólogo, de Artillería y psicólogo, etc. Esta doble dependencia daba lugar a conflictos de rol en ciertas ocasiones y por tal motivo, se planteó la necesidad de crear una especialidad fundamental de Psicología, que pudiera resolver estos problemas. Y es a partir de 1999 que la Psicología se constituye como Especialidad fundamental y se incorpora dentro del Cuerpo Militar de Sanidad. 

ENTREVISTA 

Infocop: En primer lugar, nos gustaría que explicara para nuestros lectores y lectoras qué es la Unidad Militar de Emergencias (UME) y cuál es su organización y funcionamiento dentro del cuerpo de las Fuerzas Armadas (FAS). 

Rafael Blázquez: La Unidad Militar de Emergencias fue creada por acuerdo del Consejo de Ministros del 7 de octubre de 2005 y está previsto que en Diciembre de 2008 esté operativa al 100%, con un total de 3.987 militares de los tres Ejércitos y Cuerpos Comunes, repartidos por todo el territorio nacional para intervenir en situaciones de grave riesgo, catástrofe, calamidad y otras necesidades públicas, en estrecha colaboración con las instituciones del Estado y las Administraciones Públicas. Su misión principal es contribuir a la seguridad y el bienestar de los ciudadanos y ciudadanas y preservar el medio ambiente. En definitiva, la UME ha nacido, tal y como reza su lema, Para servir. 
Para ello, esta Fuerza Conjunta, con estructura y naturaleza militar, cuenta con medios materiales y humanos, especialmente adaptados para lograr la máxima operatividad y eficacia en el menor tiempo posible (autobombas, camiones de transporte, vehículos ligeros, maquinaria pesada, cuñas quitanieves, sistemas de comunicaciones de vanguardia, equipos de detección y descontaminación, potabilizadoras de agua, aviones anfibios, helicópteros, perros adiestrados, etc.).
Esta unidad depende orgánicamente del Ministro de Defensa y operativamente del Jefe del Estado Mayor de la Defensa, con dependencias funcionales del Secretario de Estado de Defensa, el Subsecretario y el Secretario General de Política de Defensa, en el ámbito de sus competencias.
Para que los lectores y lectoras de esta publicación se puedan hacer una idea general de la forma de proceder de esta unidad, podría resumir el protocolo de intervención de la siguiente manera: una Comunidad Autónoma solicita la intervención de la UME al Ministerio del Interior, éste, si lo estima conveniente, traslada la solicitud al Ministerio de Defensa, desde donde se ordena la intervención a la UME.
Si la emergencia es de interés nacional (que se denomina de nivel 3), dirige y controla operativamente todas las acciones el General Jefe de la UME, bajo la dependencia del Ministro de Interior. En caso de que la emergencia no se considere de interés nacional, que será lo más habitual, la intervención se lleva a cabo de acuerdo con la normativa de Protección Civil en el ámbito de la Comunidad Autónoma respectiva. Asimismo, como unidad de primera intervención en emergencias, la UME podrá movilizar y emplear medios materiales y humanos de las FAS, si así se requiriera.
Aunque en principio su ámbito de actuación es nacional, no se excluye la posibilidad de intervenir fuera del territorio nacional en operaciones de emergencia o humanitarias, si fuera necesario, a criterio del Presidente del Gobierno. Para más información, el lector puede acceder a www.mde.es/ume/. 

I.: ¿En qué consiste exactamente la figura del reservista voluntario en las FAS y cuáles son sus cometidos principales?

R. B.: Un reservista voluntario es una persona que desea aportar, de forma voluntaria y temporalmente, sus capacidades, habilidades y conocimientos, en las diferentes misiones que llevan a cabo nuestras Fuerzas Armadas, en el cumplimiento de la función que la Constitución les asigna y como respuesta a los compromisos asumidos por el Gobierno.
Puede elegir el Ejército o Cuerpo Común con el que desea colaborar y el período de tiempo que desea dedicar, en función de su disponibilidad y el grado de compromiso que esté dispuesto a asumir, que en principio será de 2 a 3 años, siendo posible renovar su compromiso, siempre y cuando no se supere los 61 años para Oficiales y Suboficiales y 58 años para la Tropa y Marinería.
Así mismo, deberá dedicar un determinado tiempo al año, que puede ir desde una semana (para cursos de reciclaje y perfeccionamiento) hasta un mes (para cursos de formación básica militar o específica). El tiempo de activación para prestar servicio en Unidades, Centros u Organismos del Ministerio de Defensa, en función de las preferencias que haya manifestado en cuanto a áreas de trabajo y cometidos o tareas a desempeñar, su disponibilidad y las necesidades de las FAS, será de al menos un mes al año. 

I.: Somos conocedores de la reciente incorporación de la figura del psicólogo dentro de la plantilla de reservistas voluntarios para prestar servicio en la Unidad Militar de Emergencias. ¿A qué se debe esta incorporación? ¿Qué necesidades se quieren cubrir? 

R. B.: En efecto, en enero de 2008 se aprobó la incorporación de 64 reservistas voluntarios para la UME, de los cuales, cinco plazas estarán destinadas a oficiales psicólogos. Una vez superado el período de formación específica, estos reservistas psicólogos serán activados por un período máximo de cuatro meses, correspondientes fundamentalmente a la Campaña Contra Incendios.
El objetivo principal es que puedan prestar asistencia y apoyo psicológico al personal militar de la UME en general y, especialmente, a los efectivos desplegados para intervenir en las operaciones de extinción y rescate que se lleven a cabo en cada uno de los cinco Batallones de Intervención que la integran, así como a los familiares de las personas afectadas, en caso de que sea necesario.
Además, y de manera puntual, atenderán a cualquier otra víctima o afectado en el escenario de la catástrofe o emergencia de que se trate, o a través de los dispositivos de atención psicosocial que se pudieran constituir, en estrecha colaboración, si fuera requerida su presencia, con los servicios de emergencia de las Comunidades Autónomas, Protección Civil, etc.
Así mismo, se les podrán encomendar otras tareas relacionadas con el asesoramiento psicológico al Mando en materia de Psicología general y de Psicología aplicada al medio militar, así como sobre las estrategias de intervención psicológica en catástrofes y emergencias. Todo ello bajo la supervisión y dirección del Cuartel General de la Unidad en Torrejón, en el que nos encontramos actualmente dos psicólogos en plantilla, el Capitán Eduardo Samper Lucena y yo mismo como Comandante Jefe de Psicología. 

I.: ¿Le gustaría añadir alguna otra cuestión para nuestros lectores y lectoras?  

R. B.: Simplemente, espero que esta entrevista haya servido para aclarar algunas ideas a las personas que leen Infocop sobre nuestra labor dentro de las fuerzas armadas y quedo a vuestra entera disposición en la UME, como reza nuestro lema, Para servir. 
Envío desde aquí un cordial saludo a todos los profesionales y estudiantes de Psicología, que representan el futuro de esta profesión, animándoles a conocer este campo de actuación de la Psicología relacionado con la intervención en catástrofes, desastres y emergencias.

Riesgos para la salud ocasionados por el humo y la contaminación


La conducta humana en los incendios



Modelo general de comportamiento en incendios (Canter, Breaux y Sime, 1990)


Fernando Talayero, Juan Ignacio Aragonés. 
 Facultad de Psicología. Universidad Complutense de Madrid.

 Este artículo trata de dar una panorámica general de los hallazgos sobre las conductas manifestadas durante el incendio en un edificio, prestando una especial atención a la conducta de huida, evacuación y al papel de las alarmas asociado a estas conductas. Asímismo, se describe un modelo general del comportamiento en los incendios indicándose, a partir de éste, las posibles líneas de investigación y la necesidad de integrar los descubrimientos de este área en los campos de acción de los responsables de la seguridad contra incendios.

This paper presents a general picture of the findings on human behaviour in building fires, paying special attention on escape behaviour, evacuation and the associated role of alarms. In relation to this, a general model of behaviour in fires is presented as well as some possible themes for research and the need for this findings to be considered by the responsibles of the fire safety field. 

Correspondencia: Juan Ignacio Aragonés. Facultad de Psicología. 
Universidad Complutense. 28223 Madrid. E_mail: pssoc01@sis.ucm.es

El problema del control de los incendios en edificios así como la reducción de sus consecuencias perjudiciales ha sido tratado tradicionalmente como un problema propio del campo de la ingeniería y, más recientemente, de la disciplina de la ingeniería de seguridad contra incendios.
En este sentido, la sofisticación de la lucha contra incendios ha ido acompañada de grandes avances en el desarrollo de distintas soluciones tecnológicas como pueden ser la provisión de vías de evacuación en los edificios, el uso de materiales resistentes al fuego o la instalación de detectores y sistemas de alarma de incendios. Sin embargo, se sabe muy poco sobre el componente humano de los incendios y el conocimiento que se ha obtenido ha sido a través de fuentes de información muy variadas entre las que destacan el "sentido común", la experiencia personal, las noticias de los medios de comunicación y las investigaciones judiciales u otros tipos de investigación oficial. Este tipo de información tiene grandes deficiencias ya que depende de la experiencia particular y de las habilidades de los individuos implicados y, lo que es más importante, no proporciona la base para un marco de conocimientos claramente articulado y acumulativo, debido a que se obtiene a partir de incendios importantes que no son los más frecuentes (Canter, 1990). El conocimiento que han aportado ha dado como resultado un estereotipo de conducta irracional o de "pánico" que ha influido en las normativas de seguridad contra incendios, estableciendo la obligatoriedad de nuevas soluciones tecnológicas basadas en dicho estereotipo. El alto coste de las cada vez más sofisticadas soluciones aportadas por la ingeniería, ha provocado la exploración de otro tipo de medidas menos costosas relacionadas con el componente humano, como pueden ser la mejora de la formación, la educación y la organización contra incendios. Es en este contexto cuando, a principios de los setenta, las ciencias sociales empiezan a abordar el estudio sistemático de la conducta humana en los incendios.

 LAS ÁREAS TEMÁTICAS DEL COMPONENTE HUMANO EN LOS INCENDIOS 

A diferencia de los estudios sobre el aspecto físico del incendio, la investigación dirigida al componente humano ha sido muy escasa. En la revisión que hace Canter (1990) de los estudios más relevantes realizados en Estados Unidos e Inglaterra sobre incendios ocurridos en los años 60 y 70 puede apreciarse los diferentes tipos de actividad humana que se abordan. Sin embargo, este autor distingue tres temas fundamentales que suelen tratarse con frecuencia:
  1.  El componente humano en la causa de los incendios. Estos trabajos se han orientado fundamentalmente al estudio de los incendios provocados por el hombre bien sea para la obtención de beneficios económicos o como un acto de vandalismo, así como los incendios provocados por niños y adolescentes (Vreeland y Levin, 1990; Kafry, 1990). 
  2. Los modelos de la primera respuesta al incendio. Estos estudios pretenden establecer los modelos correspondientes a las secuencias de acción conductual que se dan en los primeros momentos del incendio. Existe un acuerdo general entre los investigadores a la hora de dividir estas acciones en dos etapas: el reconocimiento del incendio y las acciones ejecutadas antes de la evacuación.
  3. Los procesos de huida y evacuación durante un incendio. Estos estudios se centran en la conducta de los sujetos desde el momento en que han tomado la decisión de evacuar hasta que salen del lugar del incendio. 
Finalmente, y a otro nivel de análisis, existen una serie de estudios dedicados a la frecuencia, impacto y efecto de los incendios sobre el individuo y la sociedad. Los estudios que tratan este tema abordan aspectos tales como la frecuencia y tipo de incendios que se producen, la influencia de éstos en la normativa, el impacto de los medios de comunicación en el público, y los factores culturales detectados mediante estudios comparativos a nivel internacional (Appleton, 1990).
El objeto de esta revisión es presentar una panorámica de algunas investigaciones relevantes sobre las conductas en el momento del incendio, con el fin de ilustrar el estado actual de los desarrollos que hacen referencia a las primeras respuestas y a la conducta de evacuación. No se prestará atención, en este caso, a los temas sobre el componente humano como causa de los incendios ni a la frecuencia e impacto que tienen sobre el individuo y la sociedad, a pesar del interés que han suscitado en este área de investigación.

LA INVESTIGACIÓN DE LA CONDUCTA EN INCENDIOS 

El análisis de la conducta durante el desarrollo del incendio se ha realizado desde diferentes aproximaciones. Los estudios abordan la conducta en general, desde el reconocimiento del incendio hasta la evacuación del edificio, configurando la conducta de huída y de evacuación un tema específico que ha merecido el tratamiento monográfico en numerosos trabajos. Los investigadores han prestado atención a toda la gama de conductas que se producen durante el desarrollo de un incendio real.
Los datos sobre estas conductas se han obtenido mediante estudios estadísticos de un gran número de incendios o a través del estudio de casos en profundidad de un incendio en particular. En un primer momento los estudios eran de tipo descriptivo (qué se ha hecho, con qué frecuencia, quién lo ha hecho y en qué orden) para pasar a estudios más analíticos, que se centraron en obtener modelos típicos de conducta o relacionar la conducta y el desarrollo del incendio en una secuencia temporal. 
Los primeras investigaciones en este área consistieron en estudios estadísticos descriptivos sobre incendios reales, planteándose como objetivo fundamental estudiar todas las conductas ejecutadas durante el incidente. Una característica fundamental de estos trabajos, que los diferencia de otros, es la de que estudian la conducta en general en un gran número de incendios de distinto tipo. Para la recogida de datos utilizan las técnicas de entrevista y cuestionario suministradas en el lugar del incendio por el personal de los servicios de extinción. 
En concreto, tratan de identificar las tres o cinco primeras acciones que se realizan y las diferencias observadas según diversas variables tales como sexo, edad, familiaridad con el edificio, experiencia en incendios o cantidad de humo presente. La mayoría de los incendios estudiados corresponden a incendios en viviendas o edificios residenciales. 
Un estudio descriptivo a gran escala, considerado un hito en este área de investigación, es el realizado en Inglaterra en 1972 por Wood (1990) sobre una muestra de 2.000 personas que se habían visto implicadas en 952 incendios de distinto tipo (viviendas, fábricas, bloques de apartamentos, comercios e instituciones). El objetivo era analizar la conducta en dos niveles: un análisis general de las conductas manifestadas durante todo el suceso y un estudio más específico de las conductas de evacuación y de movimiento a través del humo. Este estudio reveló que en los incendios se dan tres tipos generales de respuesta que, por orden de frecuencia, son: la evacuación, la lucha contra el incendio y avisar a otros ocupantes del edificio o a los bomberos. La mayoría de la conducta tiene que ver exclusivamente con una de las tres categorías o alguna combinación de ellas. La secuencia de acción más frecuente parecía estar dirigida únicamente a un fin: salir del edificio o luchar contra el incendio. En general, hubo muy poca evidencia de conducta irracional o no social, llegándose a concluir que la mayoría de las personas realizaron conductas que podrían considerarse adecuadas a la situación. 
Estos hallazgos sobre la conducta general en un incendio fueron verificados en otra investigación del mismo tipo realizada en Estados Unidos por Bryan (1977). Sin embargo, se hallaron algunas diferencias fundamentales entre ambos estudios en cuanto a las primeras acciones realizadas, entre las que cabe destacar la alta proporción de gente que sale del edificio en el estudio americano y la baja proporción de gente que vuelve a entrar al edificio en el estudio inglés. Estas diferencias fueron atribuidas por Wood a las diferentes características de las muestras recogidas, ya que en el estudio de Bryan la mayoría de la muestra eran mujeres y el tipo de edificios variaba, habiendo un mayor número de incendios residenciales y una baja proporción de incendios industriales. 
El estudio de casos de incendios reales es la estrategia de investigación más utilizada en éste área. Los trabajos realizados mediante este método han proporcionado datos sobre la conducta en incendios en diferentes "tipos de edificios"1, lo cual supone una ventaja fundamental sobre los estudios anteriores. Los "tipos de edificios" estudiados preferentemente han sido viviendas particulares, hospitales, grandes edificios (bloque de apartamentos de gran altura, hoteles, etc.) y edificios públicos (centros comerciales, lugares de entretenimiento, etc.). 
Así, por ejemplo, el estudio de incendios en viviendas ha revelado diferencias de conducta según el sexo. En estos incendios las mujeres tendían a ejecutar, como primeras acciones, el avisar a otros y salir inmediatamente del edificio. Sin embargo, los hombres eran propensos a luchar contra el incendio o minimizar el peligro. 
En los incendios residenciales se ha observado una gran tendencia de las personas a comprobar la existencia del incendio tras haber sido avisadas. En los incendios de hospitales se destacan la importancia de la existencia de una organización disciplinada que permite una transmisión de información muy específica, así como el rol que ejerce el personal respecto a los ocupantes, cuyas características particulares causan una mayor frecuencia de las acciones de ayuda. 
Los incendios en edificios múltiples reflejan una alta frecuencia en las acciones de búsqueda de información y de contactar con otras personas dando y/o recibiendo ayuda. 
Finalmente, los incendios en edificios públicos han mostrado que la mayoría de la gente se comporta de forma adecuada aunque se ha detectado la existencia de conductas inapropiadas como la errónea interpretación de la situación y la demora en responder a los primeros avisos sobre la existencia del incendio. En este tipo de edificios se han detectado, además, factores diferenciales como la importancia de los "ayudantes no oficiales" (non oficial helpers) en la gestión del incendio antes de la llegada de las organizaciones de emergencia (Cortés, 1995). Aunque cada tipo de edificio da lugar a un modelo de conducta en incendios característico, se han encontrado tendencias generales entre ellos que permiten establecer un modelo general de conducta humana en los incendios que se presenta más adelante. 

El estudio de la conducta de huida y la evacuacion 


Existen una serie de estudios dedicados específicamente a la conducta de huida y evacuación del edificio, probablemente debido a la gran atención que las normativas sobre incendios prestan a esta fase del suceso, estableciendo en sus disposiciones la obligatoriedad de dotar al edificio de vías de evacuación seguras. 
Se han aplicado dos modelos distintos a la hora de estudiar este tipo de conducta en una situación de incendio en un edificio que se corresponden con las dos aproximaciones dominantes: la ingeniería y las ciencias sociales. Sime (1994) afirma que la ingeniería se basa en el modelo de movimiento humano denominado "ciencia física", el cual asume que en una situación extrema de posible entrampamiento la gente se comporta de manera irracional exhibiendo conductas de pánico y compitiendo por el acceso a la salida. Este es el modelo predominante en las normativas de incendios. Por otro lado, la ciencias sociales han elaborado el modelo de comportamiento denominado "ciencia social", el cual considera que la gente se comporta de manera activa y racional, pensando y actuando según la información de que dispone e influida por factores sociales como los de factores de grupo (conocidos-extraños) o el rol que se desempeña en el edificio (empleado-público). 
La metodología que se ha utilizado en este área de estudio han sido los experimentos de laboratorio, las investigaciones de simulacros de evacuación, las simulaciones por ordenador y los estudios estadísticos y estudios de casos de incendios reales. 
Aunque los experimentos de laboratorio han sido criticados por su escasa validez ecológica, resulta de interés presentarlos brevemente en estas páginas a fin de ilustrar este tipo de investigación. 
Un ejemplo de experimento de laboratorio son los de simulación de incendio, denominados como "sala de espera", en los que los sujetos están en una habitación en la que se introduce humo. Así, el experimento clásico realizado por Latane y Darley (1968) demostró que la presencia de otras personas influye en la percepción y respuesta del sujeto al peligro. En este caso, como bien se sabe, el sujeto permanecía en una sala de espera en la que se introducía humo. Si estaba solo informaba antes sobre el peligro que si estaba estaba acompañado por dos o más colaboradores cómplices del experimentador que fingían no percatarse de la situación. 
Por otro lado, las investigaciones de simulacros de evacuación de edificios se han interesado por la relación entre las personas, el tiempo empleado en evacuar el edificio y la seguridad estructural del mísmo, en especial, el flujo de personas que permite evacuar una determinada anchura de las escaleras. Los simulacros de evacuación se utilizan para entrenar a las personas en situaciones de emergencia y evaluar la efectividad del plan operativo de emergencia implementado. Sin embargo, algunos autores los han utilizado con fines de investigación, bajo la creencia de que existe la suficiente similaridad entre un simulacro y una emergencia real como para que los hallazgos del primero puedan servir para conocer lo que pasa en el segundo (Pauls y Jones, 1990). Así por ejemplo, estos autores realizaron un estudio en el que llevaron a cabo la evacuación de dos edificios de oficinas de dos formas distintas: la evacuación total (evacuación de todas las plantas al mismo tiempo) y la evacuación selectiva y secuencial (se empieza por evacuar la planta del supuesto incendio y posteriormente las demás). Concluyeron que la normativa tradicional sobre la geometría de las salidas tiene una limitada importancia en comparación a determinados aspectos humanos: los sistemas de comunicación, los procedimientos operativos de evacuación y la formación de los sujetos. 
Se han creado modelos de ordenador que simulan la extensión del humo y las llamas y los patrones de conducta de huida que asumen en relación a los planos de los pisos y de las vías de evacuación. Así por ejemplo, el modelo EXIT89 para edificios de gran altura calcula la ruta más corta desde cualquier lugar del edificio a un lugar seguro (normalmente la calle), simula el movimiento de la gente por cualquier ruta definida y, si está bloqueada por el humo, su movimiento por rutas alternativas que lleven a la salida. Estos cálculos son realizados por el programa a partir de la introducción de datos relativos a la geometría del edificio, el número de ocupantes y su localización y la extensión del humo (Fahy, 1994). 
Estos modelos se han utilizado para la evaluación del riesgo de incendio y de la seguridad de las personas en los planos del edificio en fase de diseño. Las simulaciones por ordenador están más influidas por el modelo de "ciencia física" que por el de "ciencia social". 
En cuanto a los estudios estadísticos y los estudios de casos de incendios reales mencionados en el apartado anterior únicamente destacar que, aunque han tratado de alguna forma el problema de la evacuación, no lo han estudiado en profundidad por lo que los hallazgos han sido meramente descriptivos. 
Un aspecto de la evacuación al que se ha prestado una especial atención es el de la información proporcionada al público a la hora de evacuar un edificio, lo que ha merecido el estudio específico de aspectos relacionados como el papel de las alarmas y los mensajes de evacuación. En este sentido, Tong y Canter (1985) estudiaron mediante la técnica de entrevista la efectividad de las alarmas de incendio y las alarmas informativas, es decir, las que transmiten, además de la señal sonora, mensajes informativos sobre el peligro, su localización y las conducta a realizar en una pantalla de cristal líquido incorporada (Pigott, 1982). Concluyeron que, en general, existen importantes deficiencias en las alarmas de incendio, como son la dificultad de diferenciarlas de otro tipo de alarmas, el error cometido al no identificarlas con un incendio real y el hecho de que no proporcionan información para ayudar a las personas a enfrentarse al suceso. El estudio de las alarmas informativas les llevó a concluir que éstas mejoran la respuesta de las personas a las alarmas, especialmente si la información que proporcionan clarifica el significado de la alarma, motiva una respuesta inmediata y orienta las conductas adecuadas que los sujetos deben realizar. 
Otra forma de informar al público sobre un peligro es mediante la transmisión de mensajes por los sistemas de megafonía del edificio. En una investigación realizada por Proulx y Sime (1991) se procedió a la evacuación de una estación de metro proporcionando información al público de cinco maneras distintas. Los resultados destacaron la importancia de transmitir por megafonía mensajes directivos al público mediante los que se proporcione información sobre el peligro, las conductas a realizar y las razones de dichas conductas. El uso de este tipo de mensajes dio como resultado una evacuación con éxito, al provocar una evacuación más rápida y con una mayor ejecución de conductas adecuadas. 
La importancia de la información proporcionada al público es destacada por el modelo de estrés en incendios de Pruolx (1993) en el que se definen los diferentes estados emocionales que los individuos experimentan en situaciones de emergencia por incendio, en concreto, los estados de control, incertidumbre, miedo, preocupación y confusión. El modelo se desarrolla en base a los conocimientos aportados por la literatura sobre los procesos cognitivos del procesamiento de la información, toma de decisión y solución de problemas. Consta de cinco fases cuyo desarrollo lleva paralelo un aumento progresivo del nivel de estrés y del procesamiento de información ambigua sobre el incendio. En la primera fase la percepción de información ambigua sobre el incendio hace que la persona desarrolle estrategias defensivas de evitación, negando o minimizando la importancia de dicha información, lo que provoca un estado emocional momentáneo de control de la situación. En la siguiente fase, la continuada percepción de información ambigua genera el estado emocional de incertidumbre lo que provocará los primeros sentimientos de estrés. En la tercera fase, la nueva información ambigua incrementará la incertidumbre y el estrés. Al interpretarse la situación como peligrosa, se producirán sentimientos de miedo, que provocarán una búsqueda de más información, produciéndose una sobrecarga que dificulta la toma de decisión. En la cuarta fase, el nivel de estrés hará que se procese información irrelevante para la toma de decisión, provocándose un estado de preocupación. Esta información irrelevante consiste en la percepción del propio miedo, incertidumbre sobre cómo actuar, dificultades en interpretar la situación y otros aspectos relacionados con el enfrentamiento al incendio. Finalmente, ante la sobrecarga de información, se produce un esfuerzo mental para solucionar el problema, dando como resultado un sentimiento de cansancio e incompetencia que provoca un estado de confusión. 
Este modelo confirma la idea de que debe proporcionarse información clara y precisa a los sujetos sobre el incendio con el fin de ayudar a interpretar la situación, motivando la conducta de evacuación, reducir el estres y ayudar en los procesos de solución del problema y toma de decisión. 

UN MODELO GENERAL DE CONDUCTA HUMANA EN INCENDIOS 

A pesar de que las circunstancias de cada incendio son únicas y los diferentes "tipos de edificios" condicionan los patrones de conducta relizados, existen una serie de conductas que se mantienen constantes independientemente del suceso. Canter et al. (1990) desarrolla un modelo general de conducta humana en los incendios, en el que distingue tres etapas, que indican los momentos en que se puede producir un cambio en la secuencia de acción: la interpretación, la preparación y el acto. 
  1. Interpretación. Se produce inmediatamente después de la percepción de los indicios iniciales del incendio, siendo posibles las secuencias de acción de malinterpretar (ignorar) o de investigar el significado de dichos indicios. En esta etapa es importante considerar la actividad previa del individuo como un factor predictor de las posteriores acciones así como del tipo de indicios que recibe y la rapidez de reacción ante éstos. La búsqueda de una información más detallada es consecuencia de la ambigüedad de los indicios iniciales de incendio. 
  2. Preparación. Se produce al encontrarse con el humo, tras lo cual se presentan las posibles secuencias de acción de dar instrucciones a otros, explorar la situación o retirarse del lugar. En esta etapa, el rol del sujeto y el "tipo de edificio" en el que se halla juegan un papel importante. 
  3. Actos. La ejecución de los tres posibles actos de la etapa anterior da lugar a las acciones de evacuación, luchar contra el incendio, avisar a otros o esperar ayuda. La ejecución de cualquiera de las posibles acciones está muy condicionada por las anteriores conductas ejecutadas, el rol del individuo, su experiencia en incedios y el tipo de edificio en que se halla. 
El modelo presentado se caracteriza por un aumento progresivo en la variedad de las posibles acciones a medida que se va pasando de una etapa a la siguiente por lo que las acciones se van haciendo menos predecibles en las últimas etapas. En la comparación realizada por Bryan (1983) de varios modelos de comportamiento humano en incendios calificó a éste, junto al de Withey (1962), entre los más válidos, aunque éste último modelaba los procesos internos del individuo en una situación de emergencia, en general, y no se basaba en datos cuantitativos. Sin embargo, el modelo de Canter, al tratar de incorporar las secuencias de acción en directa relación con la conducta en incendios, fue calificado de modelo de sistemas y, al derivar de la extrapolación de los resultados obtenidos en los estudios de casos de incendios reales, presentaba cualidades heurísticas. 

A MODO DE CONCLUSIÓN 


A pesar de la diversidad de enfoques y temas estudiados adoptados en la investigación de la conducta humana en los incendios, se puede concluir que los resultados han proporcionado un cuadro general de dicha conducta que difiere, en gran medida, del estereotipo que tradicionalmente es asumido por el público en general, los expertos, los medios de comunicación y la normativa contra incendios. 
La perspectiva central sobre la conducta humana en los incendios puede resumirse, en palabras de Paulsen (1984, p.16), de la siguiente manera: "A pesar del ambiente altamente estresante, la gente generalmente responde a las emergencias de forma "racional", a menudo de manera altruista, en la medida de lo posible dentro de los límites que imponen las circunstancias del incendio al conocimiento, percepciones y acciones de los individuos. En resumen, el tipo de reacciones "instintivas" y de "pánico" no son habituales. El histórico énfasis que han hecho los medios de comunicación y las normativas suponiendo la existencia de reacciones "instintivas" y de "pánico" es inadecuado y contraproducente". Un trabajo empírico sobre éste último aspecto es el estudio del discurso de las noticias publicadas en la prensa española llevado a cabo por Talayero y Aragonés (1996). 
Además de este descubrimiento general sobre la conducta humana en incendios sería deseable que las investigaciones se encaminen a la validación de las acciones y secuencias de acción del modelo general comentado junto con los factores asociados. 
Así, una de los campos de interés es la investigación de la frecuencia y las causas de la errónea interpretación de los indicios iniciales del incendio, en especial, el papel de los sistemas de alarma como facilitadores de la interpretación de dichos indicios. Otro tema de interés es el papel que juega el rol y el contexto social en las acciones de la etapa de preparación. Finalmente, habrá que prestar atención al estudio de la efectividad de las medidas tecnológicas y de diseño contra incendios aportadas por la ingeniería en relación a los actos de la última etapa. 
Para concluir, sería deseable que los responsables de la seguridad contra incendios en aspectos tales como el diseño de los edificios, la instalación de sistemas de seguridad, la implementación de planes de emergencia y la elaboración de normativas, consideren los resultados aportados por las ciencias sociales y los integren en sus respectivos campos de acción si se quiere optimizar la seguridad de las personas ante los incendios. 

BIBLIOGRAFÍA 

  • Appleton, I. (1990). The requirements of research into the behaviour of people in fires. En D. Canter (Ed.), Fires and Human Behaviour (2ª ed., pp. 13-30). Londres: David Fulton Publishers. 
  • Bryan, J. L. (1977). Smoke as a Determinant of Human Behaviour in Fire Situation. University of Mariland. College of Engineering. 
  • Bryan, J. L. (1983). Implications for Codes and Behaviour Models from the Analysis of Behaviour Response Patterns in Fire Situations. Maryland: College of Engineering. 
  • Canter, D. (1977). Psychology of Place. Londres: Architectural Press. Canter, D. (1990). Studying the experience of fires. En D. Canter (Ed.), Fires and Human Behaviour (2ª ed., pp. 1-14). Londres: David Fulton Publishers. 
  • Canter, D. (1990). An overview of human behaviour in fires. En D. Canter (Ed.), Fires and Human Behaviour (2ª ed., pp. 205-234). Londres: David Fulton Publishers. 
  • Canter, D., Breaux, J. y Sime, J. (1990). Domestic, multiple occupancy, and hospital fires. En D. Canter (Ed.), Fires and Human Behaviour (2ª ed., pp. 117-136). Londres: David Fulton Publishers. 
  • Cortés, B. (1995). Acerca de la dinámica psicosocial en dos crisis urbanas. Un análisis comparativo. En E. Garrido y C. Herrero (Comps.), Psicología Jurídica Ambiental (pp. 469-480). Madrid: Eudema. 
  • Fahy, R. F. (1994). EXIT 89: An evacuation model for high-rise buildings. Model description and example applications. Proceedings of the Fourth International Symposium, International Association for Fire Safety Science. Nueva York: Elsevier Science Publishing. 
  • Kafry, D. (1990). Playing with matches: Children and fires. En D. Canter (Ed.), Fires and Human Behaviour (2ª ed, pp. 47-61). Londres: David Fulton Publishers. 
  • Latane, B. y Darley, J. M. (1968). Group inhibition of bystander intervention in emergencies. Journal of Personality and Social Psychology, 10, 215-221. 
  • Pauls, J. L. y Jones, K. J. (1990). Building Evacuation: Research Methods and Case Studies. En D. Canter (Ed.), Fires and Human Behaviour (2ª ed., 227-249). Londres: David Fulton Publishers. Paulsen, R. L. (1984). Human behavior and fires: An introduction. Fire Technology, 20, 15-27. 
  • Pigott, B. (1982). Detection systems: the next generation. Architects Journal. October, 107-109. 
  • Proulx, G. y Sime, J. D. (1991). To Prevent 'Panic' in an Underground Emergency: Why Not Tell People the Truth?. Proceedings of the Third International Symposium (pp. 84-93). 
  • Proulx, G. (1993). A stress model for people facing a fire. Journal of Environmental Psychology, 13, 137-147. 
  • Sime, J. D. (1994). Escape behaviour in fires and evacuations. En P. Stollard y L. Johnston (Eds.), Design Against Fire: An Introduction to Fire Safety Engeenering Design. Londres: E & F.N. 
  • Spoon. Talayero, F. y Aragonés, J. I. (1996). Un análisis de contenido de las informaciones sobre los incendios urbanos en la prensa. V Congreso de Psicología Ambiental "Ciudad y Medio Ambiente desde la Experiencia Humana". Universidad de Barcelona. Barcelona. 
  • Tong, D. y Canter, D. (1985). The decision to evacuate: a study of the motivation which contribute to evacuatiuon in the event of fire. Fire Safety Journal, 9, 257-265.  
  • Vreeland, R. G. y Levin, B. M. (1990). Psychological aspects of firesetting. En D. Canter (Ed.), Fires and Human Behaviour (2ª ed., pp. 31-46). Londres: David Fulton Publishers. Withey, S. B. (1962). Reaction to uncertain threat. En G.W. Baker y D.W. Chapman (Eds.) Man and Society in Disaster. New York: Basic Books. 
  • Wood, P. G. (1990). A survey of behaviour in fires. En D. Canter (Ed.), Fires and Human Behaviour (2ª ed., pp. 83-95). Londres: David Fulton Publishers.

Consejos para recuperarse de los incendios (APA)

Los incendios pueden ser especialmente estresantes porque los factores que determinan su fuerza y dirección pueden cambiar de un minuto al otro. Comunidades que parecen estar fuera de peligro pueden tener que ser evacuadas de inmediato. A pesar del buen entrenamiento de los bomberos y del resto del personal de emergencia, la destrucción de vida y propiedad a veces no se puede prevenir. Es muy común para las personas que sobreviven estas circunstancias el sentir emociones profundas. Entender las respuestas normales a estos sucesos anormales puede ayudarlo a sobrellevar eficazmente sus sentimientos, pensamientos y conductas y ayudarlo mientras se recupera del incendio. 

¿Qué sucede con las personas después de un desastre u otro suceso traumático? 

El susto y la negación son respuestas típicas los desastres naturales de gran escala, especialmente poco tiempo después del hecho. Tanto el susto como la negación son reacciones de protección normales. Una vez que pasa el susto inicial, las reacciones varían de una persona a otra.
Las siguientes son respuestas normales a un suceso traumático: Los sentimientos se vuelven intensos y a veces impredecibles. Uno puede volverse más irritable de lo habitual, y puede haber cambios radicales y oscilantes en el estado de ánimo. Se puede estar especialmente ansioso o nervioso, o incluso deprimido. Los pensamientos y patrones de conducta se ven afectados por el trauma. Puede tener recuerdos repetidos y vívidos de la evacuación o de ser testigo del avance del fuego. Estas escenas retrospectivas pueden ocurrir sin motivo aparente y pueden producir reacciones físicas, como latidos cardíacos veloces o sudoración. Puede tener dificultad para concentrarse o tomar decisiones, o confundirse con más facilidad. Los patrones de sueño y alimentación también pueden verse afectados. 
Las reacciones emocionales recurrentes son comunes. Recordatorios, como el humo, cenizas, sirenas o camiones de bomberos pueden crear ansiedad. Las relaciones interpersonales se vuelven a menudo tensas, especialmente al estar hospedado en vivienda temporaria. Es común que existan discusiones con familiares o amigos. Por otro lado, puede volverse retraído y solitario, y evitar actividades habituales. El estrés extremo puede estar acompañado de síntomas físicos. Por ejemplo, dolor de cabeza, náuseas y dolor en el pecho pueden ser el resultado del trauma, y pueden requerir atención médica. También, las condiciones médicas preexistentes pueden empeorar debido al estrés. Es importante reconocer que no hay una sola manera de reaccionar al estrés de un suceso traumático. 

¿Cómo debería ayudarme a mí mismo y a mi familia? 

Hay varios pasos que puede seguir para ayudar a restablecer el bienestar emocional y a recuperar un sentido de control en su vida: Dé a usted mismo tiempo para sanar. Anticipe que esto será un tiempo difícil en su vida. Permítase sentirse triste por las pérdidas que ha experimentado. Solicitar apoyo de las personas que se preocupan por usted y que escuchan sus preocupaciones. Si las personas más cercanas a usted también han pasado por los incendios o han sido testigos de la tragedia, es importante reconocer que posiblemente no podrán apoyarle en la manera de siempre. Tome un descanso o apague las noticias. Mantenerse informado es importante, pero también lo es limitar la cantidad de noticias que absorbe, ya sea por el Internet, la televisión, los periódicos o las revistas. Exponerse demasiado a las noticias puede aumentar su estrés. 
Averiguar sobre grupos de apoyo locales que suelen estar disponibles para quienes sufrieron de los incendios, en particular los grupos que son dirigidos por expertos entrenados como son los psicólogos. Estos grupos pueden ser especialmente útiles para personas con sistemas de apoyo personal limitados. Participar en conductas saludables para mejorar su capacidad para sobrellevar el estrés excesivo. Consuma comidas balanceadas, haga ejercicio, e intente descansar. Si experimenta dificultades continuas para dormir, puede hallar alivio a través de técnicas de relajación. Evite el alcohol y las drogas porque estas sustancias esconden sus sentimientos en vez de ayudar a manejar o disminuir su ansiedad. También pueden intensificar su dolor físico y mental. Establecer o restablecer rutinas, como comer comidas en horarios regulares y seguir un programa de ejercicios. Tómese un tiempo para distraerse de los pensamientos sobre el incendio y en cambio, piense en algo que disfruta. Intente hacer algo que mejore su ánimo. 
Evite tomar decisiones importantes, como cambiar de empleo, hacer compras grandes, o hacer cambios en sus relaciones, porque estas actividades tienden a ser sumamente estresantes y pueden agravar sus circunstancias actuales. 

¿Cómo atiendo las necesidades especiales de los niños? 

La intensa ansiedad y temor que suele aparecer después de un desastre puede resultar especialmente difícil para los niños, especialmente si han sido testigos del incendio, perdido su hogar, etc. Algunos niños pueden hacer una regresión y mostrar conductas de cuando eran más pequeños. Pueden ser más propensos a las pesadillas y al temor de dormir solos. También puede verse afectado el rendimiento escolar. Otros cambios en los patrones de conducta pueden incluir hacer berrinches con mayor frecuencia o retraerse y volverse más solitarios.
Hay varias cosas que los padres y otras personas que cuidan a los niños pueden hacer para ayudar a aliviar las consecuencias emocionales del incendio. Entre éstas están las siguientes: Pasar más tiempo con los niños y permitirles que dependan más de usted durante los meses después del incendio. El afecto físico es muy reconfortante para los niños que experimentaron un trauma. Brindar experiencias de juego para ayudarlos a aliviar la tensión. A los niños más pequeños en especial puede resultarles más fácil compartir sus ideas y sentimientos sobre el suceso mediante actividades no verbales como dibujar. Alentar a los niños más grandes a hablar con usted, y entre sí, sobre sus pensamientos y sentimientos. Esto ayuda a reducir su confusión y ansiedad relacionada con el trauma. 
Responda a preguntas en términos que ellos puedan comprender. Asegúreles una y otra vez que usted se preocupa por ellos y que entiende sus miedos y preocupaciones. Tener horarios regulares para actividades como comer, jugar e irse a dormir, con el fin de ayudarlos a restablecer una sensación de seguridad y normalidad. Reducir el número de veces que los niños ven el trauma en las noticias. Ver la cobertura del desastre repetidas veces puede nuevamente traumatizar a los niños. 

¿Cuándo debo buscar ayuda profesional? 

Algunas personas son capaces de sobrellevar eficazmente las exigencias emocionales físicas, que acarrea un desastre natural u otra experiencia traumática, usando sus propios sistemas de apoyo. No es inusual, sin embargo, descubrir que los problemas graves persisten y continúan interfiriendo con la vida diaria. Por ejemplo, algunos pueden sentir un nerviosismo abrumador o una tristeza persistente que afecta negativamente el desempeño laboral y las relaciones interpersonales. Las personas con reacciones prolongadas que afectan su funcionamiento diario deberían consultar a un profesional de la salud mental capacitado y con experiencia. 
Los psicólogos y otros proveedores de salud mental adecuados ayudan a educar a las personas sobre las respuestas normales al estrés extremo. Estos profesionales trabajan con personas que tienen traumas para ayudarlas a hallar maneras constructivas de lidiar con el impacto emocional. Con los niños, las explosiones emocionales continuas y agresivas, graves problemas en la escuela, preocupación por el suceso traumático, retraimiento continuo y extremo, y otros signos de ansiedad intensa o dificultades emocionales, señalan la necesidad de asistencia profesional. Un profesional de la salud mental calificado puede ayudar a los niños y a sus padres a entender y sobrellevar, sentimientos y conductas resultantes del trauma.

 (Adaptado de "Manejando el estrés traumático: Consejos para recuperarnos de un desastre natural".) Gracias a: Raymond F. Hanbury, PhD, ABPP y Jana Martin, PhD y División 42 de la APA--Psicólogos en Práctica Independiente.

Incendio en Valencia


La intervención psicológica en incendios es un tema que hasta el momento no hemos tratado, por regla general sirve el mismo tipo de documentación que hemos utilizado hasta el momento. Estoy buscando información más especifica sobre el tema, sobre todo para tratar depresiones de vigilantes forestales y vecinos de los términos afectados. Darme algo de tiempo y veré que es lo que puedo hacer. Por desgracia nos queda un verano muy largo y me tema que otros incendios tan catastróficos como este vamos a tener. 
Muchas gracias a todos y en especial a la gente que nos pueda leer y tenga relación con la extinción de los incendios.